Lubricación: mucho más que “mojarse”
- Carolina Meloni
- 23 oct
- 4 Min. de lectura
La lubricación es una respuesta fisiológica y autónoma de nuestro cuerpo, presente en todos los genitales: vagina, pene y ano. No es exclusiva de algunas identidades ni de ciertos cuerpos, y no siempre equivale a excitación o placer.
Podés sentir excitación y no lubricar, o podés lubricar sin sentir necesariamente excitación. Esto nos dice algo clave: la lubricación no es una obligación ni una medida de lo “suficientemente bueno” que es tu cuerpo.
Sucede de manera involuntaria, y aunque protege a nuestros genitales del roce o daño, no siempre aparece cuando queremos, ni coincide con el deseo o el placer. Pero la cultura del rendimiento sexual nos empuja a pensar que si algo no sucede es porque “no lo hicimos bien”. La realidad es otra: la lubricación no es un premio, ni un reflejo de nuestra valía o de cuánto disfrutamos. No caigamos en la trampa de la meritocracia de los cuerpos.
Cómo y dónde se produce la lubricación
En cuerpos con vulva/vagina/agujeros frontales, las glándulas vulvovaginales (cerca de la entrada vaginal) y las glándulas parauretrales (cerca de la uretra) secretan líquidos que facilitan el deslizamiento. Además, la trasudación —cuando la sangre “transpira” hacia fuera del tejido vaginal— aporta humedad interna.
En el pene, las glándulas prepuciales (alrededor del glande) y la uretra producen secreciones que lubrican y protegen. También la glándula bulbouretral segrega líquido preeyaculatorio, que facilita la penetración y protege los tejidos.
En el ano, hay glándulas sebáceas y mucosas que generan su propia lubricación, aunque más limitada. Por eso muchas veces se recomienda usar lubricante externo.
Glándulas que contribuyen a lubricar mucosas existen en todos los cuerpos y todos los genitales, pero con variabilidad individual: algunos cuerpos producen más, otros menos. Ninguna cantidad es patológica.
Interna, externa, genital o total
La lubricación interna no es imprescindible para disfrutar de un encuentro. A veces la sequedad se siente cómoda, y a veces demasiada lubricación puede incomodar.
Tampoco es solo para penetrar: puede usarse en frotación, masajes, uso de juguetes, lengua o cualquier parte del cuerpo. La lubricación externa (comprada o casera, siempre revisando los ingredientes) puede ser muy sexy y útil.
Con preservativo hacen un gran equipo: evita roturas y mejora el deslizamiento. Ojo con los productos con anestesia: no resuelven nada, adormecen todas las sensaciones (también las lindas!) salvo que eso estés buscando en un juego de exploración sensorial.
La lubricación puede cambiar por anticonceptivos, hormonas, medicamentos o estrés, y su ausencia no siempre es un problema. A veces genera malestar o disminuye el deseo, pero no es una “falla”: es el cuerpo priorizando otras funciones.
Respuesta genital discordante
A veces nuestro cuerpo se excita sin que la mente quiera. Se llama excitación discordante, y puede implicar lubricación, erección o aumento del pulso en situaciones no deseadas.
Esto no significa consentimiento ni deseo. Nuestro cuerpo responde automáticamente a estímulos, pero la mente decide si queremos o no.
Lo que pasa en el cuerpo
La excitación genital es una respuesta automática mediada por el sistema nervioso autónomo (SNA), que regula funciones involuntarias como la respiración o la digestión. El SNA tiene dos ramas principales:
Simpático: activa la respuesta de supervivencia (alerta, huida, defensa). Aumenta frecuencia cardíaca, tensión muscular y desvía el flujo sanguíneo a los músculos.
Parasimpático: favorece la relajación, la digestión y también la vasodilatación genital y la lubricación.
Estas ramas pueden activarse independientemente de la voluntad consciente. Por eso puede haber lubricación o erección aunque la persona no lo desee: el cuerpo responde al estímulo físico o contextual sin que la corteza cerebral (la parte racional) intervenga.
En cambio, cuando el cuerpo está estresado, en alerta o con miedo, predomina el simpático, que bloquea temporalmente la excitación genital. Así, podés sentir deseo o excitación mental pero que el cuerpo no acompañe con lubricación o erección. No es una falla, es una respuesta adaptativa: el sistema está priorizando la seguridad.
En resumen: el cuerpo puede excitarse antes que la mente, o no manifestarlo aunque haya ganas. Ninguna de las dos cosas define el consentimiento ni la validez del deseo.
Escuchar tu propio cuerpo
Lo importante no es cuánto “pasa” en tu cuerpo, sino qué necesitás para disfrutar y cuidarte.
Registrar lo que sentís (dolor, ardor, incomodidad, sequedad, o simplemente ganas de usar lubricante) te ayuda a comunicarlo y a evitar molestias. Podés usar lubricante porque lo necesitás o porque te da placer. Ambas son razones válidas.
Todos los cuerpos tienen potencial de lubricar, pero eso no es obligatorio ni define tu placer.
Tipos de lubricantes: conocerlos también es cuidarte
Los lubricantes reducen fricción, previenen microlesiones y evitan rotura de preservativos. También pueden aumentar el placer y la comodidad, según la práctica y el tipo de cuerpo.
⚠️ Lo que NO son lubricantes: saliva, jabón, shampoo, aceite de bebé o cremas cosméticas. Pueden irritar, dañar mucosas o romper preservativos.
Así como las personas con clítoris pueden decir con legitimidad “se me paró”,las personas con pene pueden decir con total legitimidad “me mojé”.
La lubricación es una herramienta más dentro del placer, no una regla ni un estándar de rendimiento.
Puede ser interna o externa, genital o de todo el cuerpo, útil o prescindible.
Su presencia o ausencia no determina tu excitación ni tu valor

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Explorarla sin presiones ni mitos es una forma de autogestión del placer y del cuerpo.



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