¿Y si no coincidimos en las ganas de coger?
- Carolina Meloni
- 20 abr
- 3 Min. de lectura

“Discronaxia sexual”, “disritmia del deseo”, “discordancia sexual”, “discrepancia libidinal”...
Suena clínico, ¿no? Como si se tratara de una condición médica. Una especie de arritmia afectiva. Como si no coincidir en el deseo fuese un problema de salud de un órgano, una disfunción deportiva o una falla del sistema.
Ese es el primer problema: el lenguaje que usamos para hablar de las diferencias en el deseo sexual ya parte de la idea de que hay algo roto, algo que no funciona. Y desde ahí, solo puede haber diagnóstico, tratamiento y culpables.
Pero ¿y si te dijera que no coincidir en las ganas de tener sexo no solo es común, sino que además es esperable?
El deseo no siempre es simétrico
A veces sí: las dos personas (acá siempre hablamos de dos, sean pareja o parte de un vínculo no monogámico) tienen ganas, al mismo tiempo, y todo fluye.
A veces no: una persona quiere y la otra no. O quiere en otro momento. O de otra manera. O simplemente no quiere.
Y está bien.
Lo que no está bien es que ese desajuste se transforme en culpa, presión, resignación o dolor. Porque ahí, en lugar de una diferencia, lo que aparece es un mandato.
Nadie le debe sexo a nadie
En muchos vínculos sexoafectivos aparece esta idea de que si alguien “tiene menos deseo” es responsable del malestar de le otre. Como si fuera una deuda emocional que hay que saldar para sostener la pareja.
“Siempre soy yo quien tiene que resignar sus ganas…” “Solo cogemos cuando vos querés…”
Esas frases aparecen todo el tiempo en las consultas, como si el placer fuera una negociación. Como si decir que no fuera un acto egoísta. Como si estar en pareja implicara tener sexo a costa de une misme.
¿Y entonces, qué hacemos?
Primero: dejamos de pensar en términos de normalidad.
Después: hablamos. Sin culpas, sin chantajes emocionales, sin dar por sentado que el deseo tiene que ser sincrónico para ser válido.
Y sobre todo, dejamos de hacer del sexo el centro de la relación, como si todo lo demás (el afecto, la ternura, la intimidad, el juego, el cuidado, las tareas) no tuviera valor si no se concreta en una práctica sexual.
No se trata de “adaptarse”, “resignarse” o “ponerle voluntad”.Se trata de repensar los acuerdos, ampliar las formas de intimidad y dejar de pensar que coger es obligatorio.
Si no hay placer, no es sexo
Y si no hay deseo, no tiene por qué haber sexo.
El consentimiento no es solo decir “sí” para que la otra persona no se enoje. Es desear realmente lo que se está por hacer.
Lo que llamamos “discronaxia sexual” no es un problema médico, ni una patología vincular.
Es una diferencia.
Y como todas las diferencias en los vínculos, puede conversarse, respetarse y acompañarse sin forzar a nadie.
¿Querés charlarlo en profundidad?
Si estás atravesando un momento de dudas, diferencias de deseo, desgaste en los acuerdos sexuales o querés revisar qué significa (para vos o para tu/s vínculo/s) no tener ganas, acá lo podemos charlar.
Tal vez no es “falta de deseo”.
Tal vez es cansancio, mandato, miedo, otra forma de conexión o simplemente otras prioridades.
Podemos trabajarlo juntes, sin juicios y sin soluciones enlatadas.
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