LA ANSIEDAD Y LA FUNCIÓN SEXUAL
¿Qué es la ansiedad?
Definir la ansiedad puede ser complicado, pero la sensación que genera es algo con lo que todas las personas hemos tenido contacto en algún momento, por lo que no es muy familiar. La hemos experimentado antes o durante una entrevista de trabajo, al enfrentarnos a un examen, o incluso cuando escuchamos un sonido extraño en la noche. Sin embargo, lo que a menudo se desconoce es que síntomas como mareos, visión borrosa, ganas de ir al baño, o la sensación de falta de aire pueden ser señales físicas de ansiedad. Además, está estrechamente asociada con respuestas de ira y miedo. Y con la respuesta sexual.
¿Para qué sirve?
La ansiedad es una respuesta adaptativa ante el peligro o una amenaza. Desde un punto de vista técnico, la ansiedad inmediata o de corto plazo se denomina "respuesta de lucha o huida". Esta respuesta se activa para permitirnos reaccionar rápidamente ante un peligro, ya sea intentando destruirlo o, mejor aún, evitándolo. De hecho, en los tiempos en que las comunidades humanas habitaban cuevas y estaban expuestas a múltiples situaciones de peligro físico, era crucial que tuvieran una respuesta automática para enfrentarse a una amenaza, lo que les permitía actuar de inmediato (atacar o escapar) para sobrevivir.
Aunque vivimos en un contexto muy diferente, este mecanismo sigue siendo necesario. Imaginemos que estamos haciendo la fila en el banco y, de pronto, sentimos que alguien se acerca demasiado rápido por detrás. Aunque no sepamos si representa un peligro real, la ansiedad puede activarse y hacernos reaccionar: movernos, pegar un salto o simplemente ponernos en alerta. Si en realidad fuera alguien que quisiera, por ejemplo, robarnos y lastimarnos, y no se activara esta respuesta automática, podríamos quedar paralizades, sin capacidad de preservar nuestro cuerpo. Esa falta de activación nos expondría a un daño que, tal vez, podríamos haber evitado.
La respuesta de lucha o huida genera cambios inmediatos en el organismo que nos permiten reaccionar rápidamente ante el peligro. Su propósito no es dañarnos, sino protegernos. La ansiedad aguda, esa que aparece cuando percibimos un riesgo, no es un error ni una falla de nuestro cuerpo. ¡Todo lo contrario! Es una herramienta natural para sobrevivir. Así que, tranqui, no pasa nada. Aunque se sienta intensa, esa respuesta no nos va a hacer daño. Está ahí para ayudarnos a mantenernos a salvo. Solo tenemos que aprender a reconocerla y gestionarla.
Un modo sencillo de entender los sistemas involucrados en la respuesta de ataque/huida (ansiedad) es recordar que están diseñados para preparar al cuerpo para la acción inmediata, con el fin de protegerlo. Cuando el cerebro percibe o anticipa un peligro, envía señales a una parte de su sistema nervioso llamada Sistema Nervioso Autónomo (SNA), el cual regula los niveles de energía del cuerpo y prepara al organismo para actuar. El SNA se divide en dos partes: el Sistema Nervioso Simpático (SNS), que responde ante el peligro, y el Sistema Nervioso Parasimpático (SNP), que regula la relajación y los "apetitos".
El SNS activa la liberación de sustancias químicas, como la noradrenalina, el cortisol y la prolactina, durante un breve período de tiempo. Aumenta la frecuencia cardíaca y la fuerza de los latidos para acelerar el flujo sanguíneo y llevar oxígeno y energía a los músculos más importantes para la acción: los miembros superiores (para atacar) y los inferiores (para correr o escapar). Por esta razón, cuando sentimos ansiedad o “pánico”, experimentamos un corazón acelerado y latidos intensos. Este proceso no puede continuar indefinidamente ni entrar en una espiral de aumento que cause daño.
A pesar de que no tenemos control sobre estas funciones (por eso se llama Sistema Nervioso "Autónomo"), es importante tener en cuenta que, aunque el peligro haya pasado y el Sistema Nervioso Simpático (SNS) haya detenido su respuesta, el cuerpo necesita un tiempo para volver al estado de "calma". Para que eso suceda, debe activarse la “contraparte”, el Sistema Nervioso Parasimpático (SNP), y los químicos como el cortisol tienen que ser eliminados. Esto no ocurre de inmediato, por lo que es probable que sigamos sintiendo tensión por un rato, ya que las sustancias químicas todavía están circulando en nuestro organismo. ¡Y eso está bien! Es completamente natural e inofensivo, solo que el cuerpo necesita un tiempo para recuperar su equilibrio.

Lo más relevante es que este proceso también inhibe funciones no vitales, como la salivación y la digestión. Cuando estamos en una situación de peligro, el cuerpo desvía recursos hacia lo esencial para sobrevivir, como los músculos. La digestión, que consume energía y sangre, no es prioritaria en ese momento. Si la salivación se ve afectada, otros procesos, como la congestión sanguínea genital (lo que entendemos como "excitación" -erección del pene, erección del clítoris y lubricación vaginal-), también se verán inhibidos. En una situación de emergencia, la excitación sexual no es funcional; no es el momento de centrarse en la actividad sexual. Es por eso que, ante el peligro, la respuesta sexual desaparece.
Pero la activación del SNS es necesaria para el orgasmo y la eyaculación. Para que el cuerpo llegue a un nivel de excitación alto (aumento de la tensión muscular, de la frecuencia cardíaca y respiratoria), se necesita la liberación de noradrenalina, que contrae los músculos y permite que se produzcan las respuestas físicas asociadas al orgasmo.
Todo depende de qué parte del SNA se active en determinado momento y cómo esto influye en el cuerpo y los genitales.
¿Y por qué experimento los síntomas físicos de la respuesta de lucha/huida, si no hay un peligro como para que se active? ¿Por qué se me dificulta experimentar una respuesta sexual o disfrutar de un encuentro si no hay una situación de peligro "real"?
Existen muchas razones por las que podemos experimentar estos síntomas, incluso sin una amenaza inmediata.
El estrés, por ejemplo, puede causar un aumento en la producción de adrenalina y otras sustancias químicas que resultan en síntomas como taquicardia, o incluso la dificultad para lubricar o llegar al orgasmo. Estos efectos químicos pueden permanecer en el cuerpo incluso después de que el factor estresante haya desaparecido.
Otra causa posible es que el cuerpo esté experimentando lo que serían variaciones esperables en la respuesta sexual (como una leve pérdida de rigidez, taquicardia o retraso en la lubricación), pero, al estar pendientes de cómo funcionamos (aunque no lo queramos), estas sensaciones se vuelven mucho más evidentes y alarmantes.
Con solo un episodio que consideremos "disfuncional", incluso las sensaciones más sutiles pueden empezar a percibirse como señales de amenaza. Esto genera una sensibilidad extrema, y las sensaciones que previamente asociamos con el evento “disfuncional” (como la pérdida de excitación, tensión vaginal, o dificultades con la erección) pueden activar la ansiedad anticipatoria. Esta ansiedad anticipatoria es un tipo de ansiedad que se desencadena ante las sensaciones relacionadas con experiencias pasadas, anticipando un mal resultado y, paradójicamente, contribuyendo a que ese resultado se haga realidad. Si no se interviene, este ciclo puede cronificarse, convirtiendo el temor al desempeño en una parte recurrente de la vida cotidiana.
Ansiedad de desempeño
Esta ansiedad específica se activa cuando tememos no cumplir con las expectativas de otras personas, ya sea en un examen, una entrevista laboral o un encuentro sexual. En este último caso, tememos no satisfacer a nuestro/s vínculo/s, o incluso nos enfrentamos a la incertidumbre de si gustaremos, si nos amarán, si nos abandonarán, o si lograremos mantener la conexión deseada.
Cuanto más queremos "salir airosos" de la situación y cuanto más importante sea el "ente evaluador" (ya sea una persona o nuestra propia percepción de lo que se espera de nosotres), mayor será la intensidad de la ansiedad de desempeño. En el ámbito sexual, este temor a no satisfacer puede activar la respuesta simpática, lo que a su vez puede activar la consecuente respuesta ansiosa sexual: pérdida de erección, falta de lubricación, eyaculación por fuera de lo deseado, tensión genital, pérdida de excitación y/o deseo, entre otras situaciones.