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Complejos Genitales

Llamamos genitales a todas las zonas corporales históricamente ligadas al placer sexual, a la reproducción y/o al control normativo del cuerpo y la identidad.

Zonas con características fisiológicas específicas: sistemas complejos de tejidos eréctiles (que se llenan de sangre), muy irrigados, muy sensibles y muy inervados (o sea, que tienen mucho flujo sanguíneo y nervioso).

No se limitan al pene o la vulva, ni se definen por su función reproductiva. En esta mirada ampliada, el ano también es un genital. Es una zona erógena primaria, altamente sensible, estigmatizada, y su inclusión rompe con la idea binaria y cisheteronormada del cuerpo.

Esta definición no busca nombrar un "órgano" específico, sino reconocer los cuerpos como territorios de placer diversos y no normalizables. Las experiencias intersex, trans, no binarias, así como las prácticas sexuales no reproductivas, desbordan los límites impuestos por la sexología clásica y el discurso médico.

 

Vamos a hacer una descripción aproximada de cómo funcionan las partes de algunos complejos

Complejo Vulvo-Uro-Vaginal - Complejo Clitorial

El complejo vulvo-uro-vaginal está conformado por varias estructuras incluyendo (o siendo) el complejo clitorial. Por fuera: perineo, labios externos, labios internos, vestíbulo de la vulva, horquilla (o fourchette), introito (u orificio) vaginal, meato (u orificio) urinario, frenillo, glande, prepucio y pubis. Por dentro: glándulas vestibulares (antes “de Bartholino”), glándulas parauretrales (antes “de Skene”), esponja uretral, uretra, cuerpo del clítoris, ligamento suspensorio, patas o crura del clítoris, bulbos del clítoris, esponja perineal, vejiga, útero, trompas uterinas, ovarios y vagina. [Es importante saber que la vagina es un canal muscular VIRTUAL, es decir que, en estado de reposo, sus paredes colapsan entre sí, no hay luz en su interior, sólo tiene el potencial de “abrirse” en estado de excitación. Y no siempre sucede.]

Es importante tener en cuenta que no todas las vulvas, y sobre todo no todos los clítoris, se ven igual (podés ver algunas imágenes en el Proyecto Chornia). Y no me refiero solamente a las genitalidades intersex, sino también a las endosex (las que no fueron catalogadas como intersex al nacer). Hay una enorme diversidad en formas, tamaños, texturas, colores y pliegues. Además, en personas que usan o usaron hormonas (por ejemplo, testosterona), es común que el clítoris aumente de tamaño, que su prepucio o capuchón se retraiga un poco más, y que el glande se vuelva más expuesto y sensible. Todo eso también es parte de la respuesta sexual y de las múltiples maneras en las que nuestros cuerpos sienten.

Sosteniendo todas estas estructuras existe un suelo pélvico que es un conjunto de músculos que sirve de sostén para mantener los órganos y estructuras en la posición adecuada dentro de la pelvis, asegurar la continencia urinaria y fecal, ayudar en un posible parto y contribuir a la estabilidad lumbar. Se dividen en dos partes principales: superficial (los que controlan la tonicidad externa general de la uretra, vulva, vagina y ano) y profundo (los que controlan las continencias fecal y urinaria).

Sistema genital - Tati Español.png
Suelo pélvico vulva

Para que nuestros genitales se exciten (y nosotres nos excitemos, lo cual no siempre sucede al mismo tiempo) es necesario que, aparte de recibir los estímulos adecuados (para nuestro cuerpo y para nuestra subjetividad), nuestro sistema nervioso se encuentre relajado, o, técnicamente, en activación de nuestro sistema nervioso parasimpático. Esta activación es la que nos permite llevar adelante conductas apetitivas (en general placenteras) como comer, ir al baño, leer, entre otras cosas, e inclusive elegir dónde poner nuestra atención (2).

Si estamos en este estado de reposo y recibimos los estímulos que nos resultan adecuados, nuestro sistema nervioso central libera testosterona, estrógenos, progesterona y dopamina. Entre los varios mensajes que transmite, envía sangre a las estructuras eréctiles del clítoris, sobre todo a los bulbos. Los bulbos pueden aumentar hasta 3 veces su tamaño al pasar del estado de reposo al de excitación.

Vulva (reposo y erección).png
Clítoris

(2) Más información sobre Sistema Nervioso y función genital/sexual aquí)

La congestión sanguínea (o erección, porque sí, los clítoris se paran) de los bulbos tiene por lo menos tres funciones (aparte de la potencial sensación de placer). Como rodean las paredes de la vagina, al llenarse de sangre y aumentar su tamaño, se separan uno del otro, por lo que facilitan la apertura de la vagina. Por otro lado, esa congestión vuelve al tejido eréctil suave y mullido, sirviendo de “amortiguación” interna para cualquier tipo de penetración, evitando que las mucosas se lastimen y los tejidos puedan doler. Y finalmente, la lubricación. ¿Cómo? Bien, como todo tejido del cuerpo que se llena de sangre, aumenta su temperatura. Cada vez que en nuestro cuerpo se registra un aumento de la temperatura, nuestro sistema le indica buscar la homeostasis, o sea, el equilibrio, por lo cual busca enfriar la zona por medio de la transpiración. La vía por la cual los bulbos, en el interior del cuerpo, se conectan con el exterior es la vagina. Es entonces allí donde ocurre y se liberan fluidos para disminuir la temperatura: transpiración en mayor medida [lubricación por trasudación], flujos vaginales y algunos fluidos de las glándulas vestibulares .

En consecuencia, sin excitación (por lo menos de nuestros genitales), la penetración se tornaría dolorosa y casi imposible.

Ahora ¿cómo pasamos del estado de excitación al orgasmo? Acá la cosa se complica. Nuestro cuerpo aumenta [progresivamente] tanto la tensión muscular, nuestro corazón late tan rápido, respiramos tan agitadamente que de repente, por acción de la noradrenalina, nuestro sistema nervioso simpático se activa, aparece la descarga motora del orgasmo y nuestro cerebro comienza a liberar oxitocina y endorfinas opiáceas. Es una activación simpática repentina, un gatillazo que liberaría también mucha prolactina, la que nos generaría relajación muscular nuevamente y sensación de saciedad. O no.

Genitales.png

Complejo pene - conductos - próstata - testículos

Este complejo está conformado por varias estructuras análogas al sistema anterior. Por fuera: perineo, escroto, cuerpo o tronco del pene, prepucio (si no fue circuncidado), glande y pubis. Por dentro: testículos, epidídimo, conductos deferentes, vesículas seminales, próstata, vejiga, uretra, glándula bulbouretral, cuerpos cavernosos, cuerpo esponjoso, ligamento suspensorio. Sosteniendo todas estas estructuras existe un suelo pélvico que es un conjunto de músculos que sirve de sostén para mantener los órganos y estructuras en la posición adecuada dentro de la pelvis, asegurar la continencia urinaria y fecal, y contribuir a la estabilidad lumbar.

pene (6).png
Suelo pélvico pene

Complejo ano rectal

Ano

1. Ganglio del nervio vago. Un “centro de paso” por donde viajan algunas sensaciones desde órganos internos hacia el cerebro. Aunque no tiene un rol principal en el ano, aparece en el esquema como parte del sistema nervioso autónomo.

2. Plexo hipogástrico superior. Una red de nervios ubicada bien adentro del cuerpo, que lleva información automática (que no controlamos voluntariamente) desde y hacia el recto. Participa en reflejos como los de defecar o soltar/apretar el ano sin pensarlo.

3. Plexo hipogástrico inferior (también llamado pélvico). Otra red nerviosa más cerca del ano y los genitales. Mezcla nervios que controlan funciones automáticas (como contraer el esfínter interno) y también colabora en lo que sentimos y cómo reacciona el cuerpo durante el sexo anal.

4. Nervios rectales inferiores (ramas del nervio pudendo). Estos sí son los que sentimos claramente: permiten sentir placer, incomodidad o dolor en el ano y también mover el esfínter externo (ese que podés apretar o relajar voluntariamente). Son fundamentales en el control del ano, tanto para contener como para permitir.

El ano: una zona de placer legítimo, no solo simbólico

El ano no es solo un “tabú cultural” o una “zona transgresora”. Es una estructura neuroanatómica con capacidad real de generar placer, orgasmos y respuestas eróticas intensas, independientemente del tipo de genitales que se tenga o de la identidad de género.

El complejo ano-rectal está compuesto por una serie de tejidos y estructuras que forman el extremo inferior del tubo digestivo, pero que también tienen una fuerte implicancia en la vivencia sexual y el placer.

El recto es un tramo final del intestino grueso, ubicado dentro de la pelvis, que conecta con el ano. Su interior está recubierto por una mucosa delgada y sensible, y sus paredes tienen capacidad de expansión. En el contexto sexual, esta capacidad permite que reciba estímulos táctiles, presión o penetración sin que eso implique necesariamente dolor ni daño, siempre que se den condiciones de lubricación, relajación y deseo.

El canal anal es el segmento que conecta el recto con el exterior del cuerpo. Es más corto que el recto y está rodeado por una estructura muscular doble:

  • el esfínter interno, que es involuntario,

  • y el esfínter externo, que es voluntario y está en parte bajo control consciente.

Ambos esfínteres colaboran en el cierre del ano, pero también son claves en las sensaciones de apertura durante situaciones eróticas.

La zona anal posee muchas terminaciones nerviosas especializadas en percibir tacto, temperatura, presión y dolor, lo que la convierte en una zona erógena primaria.

En torno a este canal y al recto se encuentran tejidos blandos, vasos sanguíneos, fascias y conexiones con estructuras del periné, el suelo pélvico y los genitales, lo que hace del complejo ano-rectal una zona profundamente entrelazada con la experiencia sexual corporal en general, aunque haya sido históricamente invisibilizada o estigmatizada.

Como escriben Sáez y Vidarte en Por el culo, el ano es un territorio que “no se deja dominar fácilmente”. Por eso no solo excita, también incomoda: porque desarma la lógica del control, de la productividad y del orden genital. Y en ese desorden puede haber goce, placer, disidencia y libertad.

La estimulación anal puede:

  • Activar zonas sensoriales que se conectan con centros de placer del cerebro (¡no todo es genital!).

  • Estimular estructuras internas como la próstata (en personas que la tienen), el periné profundo y el suelo pélvico.

  • Generar respuestas reflejas similares a las que ocurren en orgasmos genitales: contracción muscular, aumento del ritmo cardíaco, liberación de oxitocina y dopamina.

Por eso, el concepto de “paraorgasmo(*)” no debería ser leído como un “orgasmo de segunda”, sino como una forma válida y completa de experiencia erótica. Y también es posible que haya orgasmos anales plenos, no como excepción, sino como parte de la variabilidad natural de nuestros cuerpos.

¿Y el consentimiento? ¿Y el dolor?

El placer anal no se impone ni se “prueba”. No es obligatorio, no es para todo el mundo, ni tiene por qué ser una meta. Y si hay dolor, no está “fallando” el cuerpo: probablemente esté defendiendo una zona que necesita seguridad, consentimiento, excitación, lubricación y escucha.

El consenso claro, curioso, entusiasta y sostenido es imprescindible. También el derecho a sentir, frenar, pedir, cambiar de opinión o decir que no. Hay personas que incorporan el dolor como parte del juego erótico, pero solo si es intencional, deseado y cuidado.

Cualquier otra forma de dolor (especialmente el que se tolera para “complacer” o “cumplir”) no es parte del placer, sino de un mandato. Y los mandatos no entran en el cuerpo sin que se note.

(*) El término paraorgasmo viene de la militancia disca y es una bomba:

rompe con la normatividad orgásmica al reconocer que el placer

no se reduce a una descarga genital, y que otras formas de excitación,

espasmos, movimientos involuntarios o expansiones sensoriales también

son orgasmo —o algo igual de válido— para quienes los experimentan así.

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