Débito coital: cuando el deseo se vuelve deuda
- Carolina Meloni
- 20 abr
- 3 Min. de lectura

¿Alguna vez evitaste un beso porque temías que después viniera "lo que sigue"? ¿Te pasó de tensarte al recibir una caricia, por miedo a tener que "responder" con sexo? ¿Accediste a prácticas sexuales sin ganas, solo para no decepcionar o evitar una discusión?
No estás solx.
No sos rarx.
No es que “no tenés deseo”.
Tal vez estás cargando con una deuda que nunca firmaste.
Vamos a hablar del débito conyugal, esa figura jurídica, moral y sexual que nos sigue marcando los cuerpos, los vínculos, los afectos y los silencios. Vamos a recorrer cómo surgío, cómo se inscribió en la ley y en nuestras pieles, y cómo todavía hoy impacta en nuestras formas de dar y recibir amor, placer y contacto.
¿Qué es el débito conyugal?
El débito conyugal es una figura histórica del derecho civil que establecía la obligación sexual entre esposa y esposo. Hasta hace pocas décadas, el Código Civil argentino decía que les cónyuges debían "guardarse fidelidad y prestarse asistencia y socorro". Esa asistencia incluía el "acceso carnal". No acceder al sexo podía ser causal de anulación matrimonial.
Aunque la reforma del Código en 2015 quitó la mención explícita al "débito conyugal", la idea de que en una relación hay una especie de contrato donde una parte "debe" satisfacer a la otra, sigue viva. No en el derecho, sino en la cultura, en las camas y en los cuerpos.
Del Código Civil a la intimidad sexual
¿Cuántas veces damos un beso, una caricia o un mimo con miedo a que la otra persona lo interprete como "invitación" a algo más?¿Cuántas veces nos tensamos al sentir placer, porque sabemos que el otro va a querer "seguir"?
Ese condicionamiento es lo que hoy muchas personas viven como débito coital: una forma internalizada del viejo débito conyugal, donde el deseo se transforma en deber.. Ese condicionamiento no lo inventamos nosotrxs. Es parte de una educación sexoafectiva donde el deseo no se habla y se asume. Donde el placer se da por hecho. Donde el "no quiero" se negocia como si fuera una deuda vencida.
Testimonios reales:
"Prácticamente todas mis relaciones coitales fueron coercionadas."
"Evito chapar porque para mi pareja eso significa que vamos a coger."
"Accedía a tratos tiernos con el cuerpo tieso, con miedo de tener que pagar después."
"Mejor no doy lugar a nada porque después decir que no tengo ganas es para discusión."
"No me siento digne de ser acariciade si no puedo corresponder con sexo."
No siempre evitamos el placer. A veces evitamos la deuda que viene después.
No siempre hay fobia al contacto. A veces hay memoria de la coerción.
No siempre hay incompatibilidad de deseos. A veces hay miedo a que una caricia desencadene una escena entera.
Esto no es falta de deseo. Es deseo en modo defensa.
Educar para liberar
Hablemos de consentimiento real. De afecto sin trampa. De contacto sin factura.Desmontar la cultura del "débito conyugal" también es una tarea educativa. Es enseñar que el deseo es libre, que se puede dar sin deber, que se puede recibir sin pagar.
Para seguir pensando
¿En cuántos gestos afectivos creés que está inscripto el mandato coital?
¿Cómo influye el miedo a perder a tu vínculo en la gestión de tu deseo?
¿Qué sentís cuando alguien te da afecto sin esperar "algo más"?
Para leer y escuchar
Manual de Psiconáutica, de Amarna Miller
El mito del sexo espontáneo, de Emily Nagoski
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